jueves, 29 de septiembre de 2011

Ha estallado la revolución pedagógica en las escuelas, ¡UaUUH!

Los Centros disponen necesariamente de una programación de aula y de ciclo. Viene de serie con la asignación de libro de texto para cada curso. Estas programaciones están debidamente sancionadas por la Consejería y se actualiza cada 4 años, que es el término comercial que la Junta tiene pactado con las editoriales. Es la única realidad pedagógica posible en un contexto económico-social capitalista. Ponernos a enmendarle la plana a las editoriales es un desafuero. Pero hacerle caso a quien te ordena tal desafuero es de títeres. Lo malo es que, viendo el seguidismo habido, ahora el ordenante ya sabe que administra a un ejército de títeres.
Las programaciones las hacen quienes tienen poder para hacerlas e implantarlas: el mercado; es decir, las editoriales. Esto es como el sistema sanitario. Las empresas farmacológicas tienen el monopolio de los medicamentos. Habrá médicos que se pongan a investigar tal o cual medio de curación para sus pacientes, pero al final, no le queda otra que recetar el material farmacéutico del mercado.

Los libros de texto tienen una lógica interna. Han sido confeccionados siguiendo intérvalos cronológicos de capacidad cognitiva, de selección de contenidos, de secuenciación quincenal/trimestral. Además, las editoras adjuntan baterías de actividades complementarias, pruebas de evaluación por temas o tramos temporales diferentes... hasta líneas de implementación para compensatoria y diversidad. Proveen, incluso, recursos informáticos por disco, on line y un dominio con actualizaciones.
Al profesorado usuario, a su vez, las editoras les participa, con generosidad, todos los fundamentos de dicha programación, la programación misma, finamente detallada, presentaciones educativas (Power Point, claro) en torno a la referida programación y no sé qué otras lindezas para que los enseñantes que tengan una avidez imperiosa de literatura curricular -que los hay-, se den un atracón a gusto.
En fin, cumplen con todas las bendiciones pedagógicas plausibles, amén de la pertinente acreditación de la Consejería de Educación para su uso regular como material didáctico.
Es manifiesto que los libros de textos constituyen el elemento vertebrador de la enseñanza actual en nuestro ámbito, siendo, no sólo la guía de trabajo docente, sino el referente del progreso académico de sus hijos para los padres.
Para postre, están subsidiados, lo que avala definitivamente su representación institucional.
Si el libro es educativamente reglamentario, está subvencionado como bien público y viene respaldado por una pormenorizada programación de aula y ciclo, a qué demonios se moviliza a todo el profesorado para elaborar lo que ya está muy bien elaborado y que éstos aplican habitualmente en sus clases.
¿Cómo se les pone a hacer programaciones ficticias que no van a practicar, porque su práctica diaria (de aula y ciclo) ya está comprometida con la programación implícita en el libro de texto que tienen instaurado oficial y preceptivamente (BOJA nº18, Decreto 51/2000)?
¿Es acaso un test para medir nuestro seguidismo ciego a órdenes inverosímiles?
¿Piensan que los maestros no hacen nada y por tanto, es un buen entretenimiento ocupacional para ellos?
¿Coincide con un sentimiento ocioso, también, en los maestros que, sin objeción, acogen cualquier actividad (aunque sea incongruente) con tal de salir de su sopor?

En octubre los maestros tendrán listas definitivamente las programaciones, que les ha llevado mucho esfuerzo y tiempo diseñar. Eso no se hace gratuitamente. Tiene una contundente justificación: la que juiciosamente dimana de la iniciativa de programar.
Veamos. La programación es el ideario. Este no tiene ningún valor intrínseco si no es la aplicación a sus destinatarios: los alumnos que queremos educar según ese ideario. El vehículo de transmisión son los libros y demás formatos didácticos que integran los contenidos y actividades que hemos desarrollado en nuestra programación.
Una vez concluido el diseño de la programación, el proceso inmediato es la elaboración de material didáctico, concurrente con esa programación, para hacerles llegar a nuestros alumnos el ideario postulado en la misma. Se sigue, pues, que a partir de noviembre mismo, estaremos fabricando los libros del curso que viene. ¡Que tiemblen las editoriales!
¿O no?
Parece un desatino, que después del acto costoso de afirmación, pergeñando durante meses nuestro ejercicio profesional para sacar una programación flamante, a renglón seguido lo ignoremos supinamente y sigamos con lo de antes, como si nada. Es, cuando menos, surrealista.

Hay Centros que están enteramente abonados a una editorial, desde 1º hasta 6º. Hasta tal punto llegan estas afiliaciones que las editoriales costean parte importante de la infraestructura educativa de esos Centros.
Pero recién hemos emprendido en los Centros un proyecto de autonomía educativa y todo eso se acabó. El cheque libro será para pagar a la imprenta que haga nuestros libros. Es lo coherente.
¿0 a qué viene toda esta movida? Los promotores no van a explicarlo, pero ¿nos lo podemos preguntar a nosotros mismos, aunque sea a jugada pasada?

                                        Francisco Botella Maldonado. CEIP "Cardenal Belluga". Motril.

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