A
mediados de agosto, un medio de divulgación científico publicaba
una reseña atribuida a la revista Science (notario
internacional de la investigación de vanguardia y certificado del
rigor científico que la avala) que invocaba a la “estructura
genética de una persona y/o grupo étnico, como causa de su
desarrollo educativo y, a través de ello, del nivel de renta que
detenta”.
Fuertemente
sorprendido, no por la afirmación hecha, que me es familiar desde
siempre, sino por el crédito de la fuente de información, me puse a
rastrear la noticia. Efectivamente, el contenido del estudio aparece
en Science, 21 de junio de 2013, con el título “GWAS of
126,559 individuals identifies genetic variants associated with
educational attainment”, de Rietveld et al.
Tradicionalmente,
la estadística poblacional relativa al tema del rendimiento
académico, nos ha desvelado su correlato con el nivel económico y
social. Es decir, se vincula clases desfavorecidas con bajo registro
cultural de las mismas. En la calificación de clases desfavorecidas
no se hacía mención a una raza o etnia específica integrada en la
sociedad examinada. Hasta ahora. Tampoco se especificaba una
condición causal; se apuntaba sólo su nexo correlacional. Para
plantearlo de otro modo, no se determinaba que un niño pobre era
inexorablemente candidato a tener escasa cualificación, ni que
padres poco cualificados determinaran un destino familiar
menesteroso. Aunque estas dos variables estadísticamente se presentaban relacionadas.
Por
otra parte, en el ámbito de sociedades multirraciales, se tiene
constancia de que ciertos grupos étnicos constituyen una muestra
significativa del espectro más pobre, y hasta marginal, de la
población. En España, por ejemplo, tenemos esa experiencia con los
gitanos. En el análisis de esta situación tradicionalmente,
también, se ha culpado del relego económico que sufrían al
fenómeno de segregación racial preeminente. Hasta ahora.
Los
datos estadísticos de este orden se recababan con objeto de proveer
un perfil social de la población. Por tanto, el marco de
interpretación era exclusivamente de competencia sociológica. Hasta
ahora.
Dentro
de este marco, el sociológico, ya se apuntaban planteamientos
condicionales – no meramente, correlacionales- en algunos estudios
diseñados por universidades norteamericanas. Quizás, fruto de su bajo complejo social, derivado de su credo neoliberal.
Señalo
a un par de ellos que he conocido. La investigadora Linda Gottfredson
de la Universidad de Delaware, que descubrí a través del documental
de la 2, “¿Existe una raza superior?”, presentado por el
actor Morgan Freeman, establece patrones basados en la relación de
inteligencia, genes y raza, que arrojan una distribución de
puntuaciones medias que van del 80 para los hispanos e indígenas
norteamericanos, pasando por 85 para los afroamericanos y 105 para
los asiáticos, hasta culminar en 115 para los judíos. Esto en USA y
tomando como valor referencial el 100, adscrito al grupo de los
blancos.
También
puedo citar una tesis doctoral de la Universidad de Harvard, “IQ
and Immigration Policy” de Jason Richwine del Departamento de
Políticas Públicas (mayo de 2009), en la que se sostiene que los
hispanos en EEUU, procedentes de países de habla hispana, tienden a
concentrarse en las clases menos adineradas y con menos recursos de
aquel país debido a su supuesta inferior estructura genética, menos
desarrollada y de menor calidad –según el autor- que la
existente entre la población blanca nacida en EEUU.
Estos
dos estudios -como seguramente otros muchos que ignoro- dan un salto cualitativo e
inédito en el análisis sociológico: se introduce el factor
genético o racial y la condición causa-efecto.
Lo
más preocupante es que estos asertos hechos desde el campo de la
sociología, se postulen, ahora, desde la atalaya de la ciencia,
aludiendo a una debilidad del ADN y, además, con el márchamo de la
revista Science.
A propósito de esto, se me suscitan dos consideraciones:
A propósito de esto, se me suscitan dos consideraciones:

2.- Esto
es justificar a posteriori una realidad fabricada.
Es lamentable observar que Science es capaz de aventurar un perfil humano a partir de variables físicas estacionarias, sin atender preliminares (organización educativa y social, apoyo presupuestario, infraestructuras, currícula, empleo...) de potencial importancia en un estudio de tendencia. Que es a lo único que se puede aspirar desde el campo de la investigación, porque, que yo sepa, la inteligencia carece de un marcador biológico. Pero acrecienta su sesgo cuando exporta estas deducciones arbitrariamente al ámbito de la genética (habla de "estructura genética"). Para este remate, Science tendría que haber anunciado previamente el descubrimiento del gen de la inteligencia. Cosa que no hay.
Sugiero otro experimento de filosofía política -que no ciencia-: se coge un grupo de pobres, se les alimenta con genes buenos y variados; al cabo de pocas generaciones se podrá comprobar su mejorada calidad del ADN. Si es legítimo desde un análisis sociológico extrapolar a conclusiones genéticas -según acepta Science en su estrenado revisionismo metodológico- mi hipótesis tendrá, por lo mismo, más que probada confirmación.
Esta manía de comparar grupos es recurrente: alemanes versus judíos, tutsis vs hutus, serbios vs bosnios, españoles vs moros... No es inocente, menos cuando se recaba el respaldo de la ciencia para sellar su acreditación. La demostración de la supremacía de un grupo sobre otro persigue el menoscabo de ese otro como antesala de una pendencia en trámite. En las guerras se gesta primero la deshumanización del enemigo para acometer una eliminación aséptica, sin cargo de conciencia alguno. Algo se está tramando en Norteamerica con la proliferación de estudios de este tipo; me temo. Puede que hispanos y negros constituyan una fuerza electoral mayoritaria y convenga rebajar la calidad de su voto. No sé. Lo que me inquieta es la traducción que en la Europa más diversa de su historia, vamos a darle a estos prejuicios, llegado la hora. Porque llegará la hora.
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Es lamentable observar que Science es capaz de aventurar un perfil humano a partir de variables físicas estacionarias, sin atender preliminares (organización educativa y social, apoyo presupuestario, infraestructuras, currícula, empleo...) de potencial importancia en un estudio de tendencia. Que es a lo único que se puede aspirar desde el campo de la investigación, porque, que yo sepa, la inteligencia carece de un marcador biológico. Pero acrecienta su sesgo cuando exporta estas deducciones arbitrariamente al ámbito de la genética (habla de "estructura genética"). Para este remate, Science tendría que haber anunciado previamente el descubrimiento del gen de la inteligencia. Cosa que no hay.
Sugiero otro experimento de filosofía política -que no ciencia-: se coge un grupo de pobres, se les alimenta con genes buenos y variados; al cabo de pocas generaciones se podrá comprobar su mejorada calidad del ADN. Si es legítimo desde un análisis sociológico extrapolar a conclusiones genéticas -según acepta Science en su estrenado revisionismo metodológico- mi hipótesis tendrá, por lo mismo, más que probada confirmación.
Esta manía de comparar grupos es recurrente: alemanes versus judíos, tutsis vs hutus, serbios vs bosnios, españoles vs moros... No es inocente, menos cuando se recaba el respaldo de la ciencia para sellar su acreditación. La demostración de la supremacía de un grupo sobre otro persigue el menoscabo de ese otro como antesala de una pendencia en trámite. En las guerras se gesta primero la deshumanización del enemigo para acometer una eliminación aséptica, sin cargo de conciencia alguno. Algo se está tramando en Norteamerica con la proliferación de estudios de este tipo; me temo. Puede que hispanos y negros constituyan una fuerza electoral mayoritaria y convenga rebajar la calidad de su voto. No sé. Lo que me inquieta es la traducción que en la Europa más diversa de su historia, vamos a darle a estos prejuicios, llegado la hora. Porque llegará la hora.
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