sábado, 22 de octubre de 2011

NEOLENGUAJE EDUCATIVO. 1

El término Neolengua fue acuñado por George Orwell en 1984.

 Empezaremos, en esta primera entrega, con la mentira de la MOTIVACIÓN.

Más que una mentira fue -y sigue siendo- una etiqueta procesal, tipificada por el discurso pedagógico dominante, para culpabilizar de todos y cada uno de los fracasos escolares a los profesores.
Si un alumno no rinde: el maestro no sabe motivarlo. Si un alumno no se integra porque sus circunstancias personales o/y sociales son incompatibles con la convivencia escolar: el maestro no sabe motivarlo.
Los propaladores de la “incapacidad para motivar”, como laudo de incompetencia docente, en la conciencia ciudadana y de los propios profesores, fueron los pedagogos profesionales que chalanean en el mercado educativo, los políticos del ramo que necesitan el chivo expiatorio de sus decisiones, y, como siempre, los orientadores.
Pero, también, un buen ejército de incautos entre el mismo profesorado, siempre dispuestos al seguidismo ciego del discurso del poder o ávidos de psicologizarlo todo, aunque terminen, ellos mismos, más ciegos todavía por la tierra que se les mete en los ojos con sus propias actitudes.
Los más inocentes de la teoría de la desmotivación como pecado del profesorado, son estos últimos; los maestros proclives a la psicologización de cualquier conducta, sobre todo las improductivas. A ellos -porque los demás, los que han inventado la desmotivación con intencionalidad aviesa, ya saben que esa palabra es una instrumentalización culpatoria- hay que decirles que más allá de las “motivaciones” de la desmotivación, existe una posición ética al respecto.
No es que la motivación esté fuera de lugar. No es eso. Su papel es siempre interesante cuando se proyecta sobre un tema de conocimiento. Pero no todos los temas tienen un dimensión motivadora, ni siempre puede ser así (por tiempo, necesidad, medios...). Los cometidos que se nos presentan en cada momento de la vida, pueden sernos más o menos gratos, pero por encima de esa sensación está el deber de hacerlos. Si enseñamos a que cualquiera de nuestras acciones son acreedoras de una recompensa más o menos inmediata o que sólo debemos hacer las cosas que nos gusten, estaremos desactivando el compromiso. Haremos un futuro de personas edonistas. En este punto, traigo a colación a un testigo de mi generación que no necesitó gruesos tomos impresos para observar que “los buenos tiempos de hoy, son los malos pensamientos de mañana” (Bob Marley)

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