martes, 17 de julio de 2012

HUBO UN TIEMPO DE GUANTE BLANCO


Hubo un tiempo, boyante, conocido como pelotazo urbanístico, en el que los albañiles-constructores (tómese como metonimia de la clase social que practica la economía sumergida) se permitían la licencia de darnos a los maestros orientaciones pedagógicas acerca de la enseñanza de sus hijos. Recelaban de nuestra competencia, en la medida en que éramos ciudadanos que nos resignábamos con nuestro moderado salario, sin medrar en el oportunista mercado de especulación que se desataba a nuestro alrededor, como hacían ellos. Estos albañiles-constructores, en el convencimiento de que el dinero todo lo puede, creían que su poder económico les habilitaba también intelectualmente. Fue un tiempo en que el consumo monitorizaba el pensamiento (los cocineros y los modistos se elevaron a académicos y a creadores de opinión), un tiempo dominado por la zafiedad del dinero. Fue una época oscura de la reciente historia española, en la que se capitalizaron bienes, voluntades y personas (emigrantes); mientras, se depreciaba a calderilla la honestidad, la prudencia y demás valores.
Se despreciaba al funcionario por falta de ambición, con su nómina de risa, y su exceso de escrúpulos para no unirse a la maquinación económica en auge.
Y del desprecio de entonces hemos pasado a la envidia de hoy.
Los que ayer se vanagloriaban de su éxito y fuste frente a la menesterosidad de nuestra nómina, hoy la envidian como acta de privilegios. Mis privilegios de funcionario se reducen a mantener mi empleo cuando los suyos han seguido la ola de desvalorización con la que ellos mismos han hecho cotizar, estos años atrás, todas las actividades sociales. Esta gente ha pasado del desprecio a la envidia, sin salir del escarnio.
También están los albañiles-subvención (tómese como metonimia de clase social experta en subsidios), que no han tenido la oportunidad del desprecio sino sólo envidia natural. O sea, puro denuedo a lo que ellos no son. Les diré lo de siempre: que la contratación pública está abierta a todos los españoles; que se presenten a las oposiciones, pero antes que se saquen un título, si alcanzan. Porque la envidia se nutre de incapacidad. Cada vez que oigo una crítica soez hacia los maestros – que es el modo de enjuiciar que tienen este tipo de personas- pienso en cómo retratan públicamente su potencial cognitivo y moral. Además, lo hacen sin empacho, porque carecen de autoconciencia.
Por último, en la guerrilla de hostigadores contra los maestros -en tanto que funcionarios- se situaron (y siguen) los administradores (tómese como metonimia de granuja), cuyos ataques no son de oprobio social, como el de los albañiles-constructores y albañiles-subvención, sino de desdén. Es decir, de menosprecio al subordinado.
En aquel tiempo, al albur de la bonanza del pelotazo, se “colocó” un ejército de políticos, parapolíticos, asesores, gestores, coordinadores, consejeros, jefes de secciones imposibles y otra fauna gerente que no logro ni descifrar. Sinecura. Funcionarios directos y de alto standing, acompañados de tertulianos en los medios, viáticos suyos. Mucha, mucha intendencia y, por tanto, muchas, muchas leyes. A cual más inútil, a cual más descabellada y a cual más dañina para el trabajo que pretendían y pretenden dirigir. Ese trabajo era, es, el nuestro; el de los maestros, que a la sazón, somos los únicos que trabajamos de verdad en toda esta empresa funcionarial de la Educación. Su impacto tiene una lectura práctica muy fácil de medir: a más leyes y papeleos “pedogógicos”, mayor fracaso. PISA lo ha aireado por los cinco continentes. Nuestro sentimiento al respecto, es de vergüenza ajena. El suyo, es de despeje hacia abajo. De denigrar la labor del maestro haciéndonos responsables de su patética dirección y su demente planificación de lo que es, según su concepto, una escuela.
Con la investidura flamante de "tutores", debíamos, debemos: adaptar, integrar, incluir, reforzar, acompañar, socializar, dinamizar (el aula, las actividades complementarias, las extraescolares y fiestas), entretener (juegos didácticos, retos matemáticos, concursos...), tratar (a los diagnosticados), calmar (a los disruptivos), perfeccionar proactivamente (a los talentosos), educar, cultivar (teatro, cuentos, poemas, baile, rondalla, cómics, deporte...), actualizar (TICS), sanear epidemias (piojos, mayormente), curar heridos y orientar la alimentación y otros hábitos familiares. Programar individualmente, curricular los contenidos de los libros, de internet y del material de apoyo. Evaluar con instrumentos propios y ajenos. También, pero no prioritario, enseñar.
Esto en cualquier sector se llama inflación. Y es nocivo.
Todas estas tareas se nos han ido acumulando a medida que trepaba uno a uno estos barones del staff. Cada cual, como valor añadido a su ascenso (puesto que no hacen oposiciones), tenía que imponernos una de sus ocurrencias ideológicas. Han hecho tanto reparto de papeles para el mismo actor (el maestro) que el guión es inabarcable.
¿Por qué? Porque nos han tratado a los maestros como subalternos en su carrera arribista y desnortada. En la perspectiva de estos funcionarios de ocasión no ha estado jamás la excelencia de la educación sino su propia excelencia y el mantenimiento de su sillón y pecunio. Esta gente, a los maestros no sólo nos han degradado con su desdén y contagio (al final todos somos funcionarios) sino que han colapsado nuestro trabajo y sus resultados.
J Ignacio Wert, ministro. Actitud reflexiva (de reflejo).
Es hora de desafectarnos. Nos han vejado, los tres, psicológica y moralmente, desde los años noventa.
Los últimos (los administradores), antes de que sus sillones e ingresos se cuestionen, en este envite de austeridad impulsado por la crisis, han hecho lo de siempre, desviar la carga en los maestros, puesto que siempre hemos sido subordinados obedientes: han recortado los derechos laborales y económicos de nuestro esforzado trabajo. Los otros dos (albañiles-constructores y albañiles-subvención) de palmeros necesarios y eufóricos.
Este es el momento de atacar sus privilegios, sus puestos y el aparato que lo sustenta. El dinero de la crisis que salga de ellos, de quien la han provocado con sus desmanes y expolio, armados con guantes blancos (borran las huellas).
Contra sus guantes blancos, pongámonos los de boxeo. Los funcionarios de España se han rebelado. Su aguante ha tocado techo. Los maestros hemos sido de los más maltratados de entre ellos, pero nuestra dignidad no se rehabilitará si no nos unimos, por lo menos, con la misma firmeza, al combate abierto.

PD: acabo de leer que el rey se ha rebajado 20.000 €, el equivalente a una paga extraordinaria suya. Elogios de la portavoz socialista. El portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, dice que simboliza el sacrificio del "primer funcionario" del Estado. Operación para desactivar la protesta masiva de los funcionarios. De camino, se  maquilla al rey.

No hay comentarios:

Publicar un comentario